dilema bioético
ACERCA DE LA BIOÉTICA
Todo el mundo da por supuesto que la bioética ha de ser el instrumento con el
que se han de frenar los excesos del hombre en relación con la investigación científica
entre otros muchos aspectos. Se entiende la bioética como la ética de la vida, la ética
aplicada al medio ambiente, a la medicina etc. Pero, ¿hasta dónde llega la autoridad de
la bioética?, ¿cómo podemos estar seguros de su probidad y objetividad?, ¿es un
instrumento útil para lograr un avance más íntegro y más recto o es un arma de doble
filo capaz de entorpecer las investigaciones de unos en beneficio de otros?
Hoy en día, la bioética goza de gran prestigio y autoridad y ha logrado frenar
numerosas atrocidades llevadas a cabo en el nombre de la ciencia. Pero debemos
plantearnos también hasta qué punto es imparcial la bioética y hasta qué punto es
“correcto” su criterio. Para ello voy a presentar un par de casos en los que debería
intervenir el aparentemente infalible juicio de la bioética.
Empezaré con un ejemplo bastante claro del campo de actuación de la bioética: 6
Nos situamos hace unas tres décadas en el pequeño pueblo de Tuskegee, en
Alabama. Tuskegee es uno de esos pueblos de la América profunda en los que casi
todos los habitantes eran analfabetos, estaban prácticamente aislados y la asistencia
sanitaria era mínima o incluso nula. En Tuskegee casi todos los habitantes eran negros y
trabajaban como jornaleros en la agricultura. Las enfermedades eran muy comunes y
especialmente la sífilis, a la que ellos daban el nombre de “sangre mala”. Al pueblo
comenzaron a llegar cartas con el sello del Servicio Público de Salud del Gobierno
federal. Este es un ejemplo literal del contenido de dichas cartas:
“Estimado señor: Hace tiempo usted recibió una cuidadosa exploración médica
que esperamos que le haya servido para obtener un buen tratamiento para la sangre
mala. Ahora, usted va a recibir una última oportunidad para recibir una nueva revisión.
Esta revisión va a ser muy importante y, tras ella, usted recibirá un tratamiento especial
si se considera que está en condiciones de resistirlo”.
Muy pocos habitantes de Tuskegee se negaron a recibir aquel tratamiento que
según los emisores de las cartas era totalmente gratis. Claro que nadie recibió
tratamiento alguno, puesto que el verdadero fin de aquellas cartas era convertir a los
habitantes de Tuskegee en auténticas cobayas y el objetivo del experimento era observar
el desarrollo de la sífilis en el cuerpo humano. La única medicación que recibían en
muchos casos eran aspirinas y de los trescientos noventa y nueve huéspedes de la
enfermedad, ciento veintiocho murieron directamente a causa de los efectos de ésta,
cuarenta mujeres fueron infectadas y diecinueve niños nacieron con sífilis. Por otro
lado, Thomas Jefferson, uno de los fundadores de la democracia en Estados Unidos,
experimentó con sus esclavos vacunas contra la viruela que en muchos casos resultaban
letales. Hay también casos en Estados Unidos de todo tipo de experimentos realizados a
personas de raza negra en los que se les administraban sustancias (algunas de ellas
podían ser letales) para comprobar si este colectivo es más propenso a la violencia. 7
Estos y muchos más casos de experimentos con humanos se dan en Estados
Unidos, país al que algunos llaman “el país más civilizado”. Está claro, después de
observar casos como estos que la bioética ha de jugar un papel fundamental a la hora de
poner freno a este tipo de acciones. Nadie considera que ninguno de estos actos sea
ético. Por otro lado, hay grandes dilemas a los que ha de enfrentarse la bioética y
muchos de ellos están relacionados con el campo de la medicina. Pongamos el caso de
una persona que necesita urgentemente un trasplante de corazón y acaba muriendo a
causa de la espera que provoca la escasa donación de órganos y la pregunta es:
¿debemos permitir que la donación de órganos se haga de forma voluntaria o
deberíamos extraer los órganos de los muertos sin la necesidad de su consentimiento en
vida? Atendiendo exclusivamente a la lógica podemos pensar que una persona que
muere no necesita unos órganos que, por otro lado, podrían salvar muchas vidas; pero
por otro lado se supone que las personas son libres de decidir sobre su cuerpo incluso
después de la muerte aunque este tipo de decisiones sean claramente controvertibles. A
este tipo de debates se asocian preguntas como: ¿hasta qué punto tiene una persona
propiedad sobre su cuerpo después de muerta?, ¿qué papel juega la falta de información,
los prejuicios e incluso la religión y la superstición en las decisiones tomadas?, ¿es ética
la extracción de órganos sin el consentimiento de la persona? Es cierto que el número de
donaciones de órganos va en aumento hoy en día, pero todavía hay personas que viven
en una angustiosa espera que muchas veces acaba con una muerte que podría eludirse.
Otro dilema para la bioética es el caso de mujeres de edad muy avanzada que
deciden concebir hijos por medio de la inseminación artificial. Debemos presentar este
tipo de casos como ejemplos de egoísmo e irresponsabilidad. Que una mujer cercana a
los setenta años de edad pueda o deba concebir y criar a un hijo debe ser considerado
como una aberración y debe intentar evitarse por todos los medios. El problema es que
las clínicas de inseminación obtienen grandes sumas de dinero además de promoción 8
con estos casos y no les importa en absoluto el hecho de poner en peligro la vida de dos
personas. El hecho de practicar la inseminación artificial a una mujer de casi setenta
años es un experimento inmoral, ya que se desconocen los efectos que el embarazo
puede causar en un organismo claramente envejecido. Por otra parte, atenta contra los
derechos del niño en cuestión, ya que el tener una madre que probablemente enfermará
en pocos años y morirá en no muchos más condicionará terriblemente su vida. Los
defensores de este tipo de inseminación alegan que se ha de respetar la decisión de la
mujer ignorando el hecho de que dicha decisión influye en gran medida en la vida de
otra persona.
Un claro ejemplo de los intereses presentes en este tipo de casos es el de la
mujer gaditana de sesenta y siete años que fue sometida a inseminación in vitro en una
clínica de Estados Unidos. En Estados Unidos la edad máxima para realizar este tipo de
intervenciones es de cincuenta y cinco años y la mujer afirma que mintió sobre su edad
para que la inseminaran. Pero ¿como se puede mentir acerca de la edad en una clínica
de inseminación en la que se ha de llevar un control muy estricto sobre este tipo de
cuestiones?, ¿cómo puede mentir acerca de su edad que era doce años superior a la
permitida cuando podían haberla descubierto con la simple petición del DNI? El caso es
que estaban en juego cantidades enormes de dinero y al parecer no les importa en
absoluto jugar con los derechos del niño siempre y cuando puedan beneficiarse de la
situación.
Para problemas como este la bioética no parece tener una solución clara que
depende, por otro lado, de la opinión y los intereses de las personas. A medida que
surgen nuevas investigaciones (sobre todo en el campo de la ingeniería genética) se
reúnen los principales representantes de esta disciplina y a pesar del gran prestigio e
influencia del que goza hoy en día la bioética no parecen dar soluciones firmes ni
precisas. Cuando se comenzaron a clonar animales, todos los representantes de la 9
bioética se opusieron firmemente, ya que esto supuestamente violaba el principio básico
de la vida. Cuando se comenzó a experimentar con células madre hicieron lo mismo.
Pero poco después comenzaron a retractarse y a argumentar que este tipo de
experimentos, siempre que se realicen con fines terapéuticos, son permisibles. Vemos
en este tipo de decisiones una indeterminación y una falta de seguridad alarmantes, ya
que el campo de la bioética engloba temas sobre los que hay que tomar decisiones que
han de basarse en sólidos argumentos y no en meras suposiciones subjetivas fácilmente
manipulables y poco firmes.
Podemos ver que la bioética, en teoría una disciplina que aboga por el buen
futuro de la ciencia y la investigación, puede convertirse debido a su subjetividad y a su
falta de argumentos sólidos en un instrumento de manipulación y prohibición
interesadas que en muy poco beneficia al desarrollo de la ciencia.
LA CLONACIÓN Y LA BIOÉTICA
Uno de los temas que en los últimos años ha generado mayor controversia es, sin
duda, la clonación. Desde hace algunos años la clonación de embriones parece significar
un avance muy importante en el campo de la medicina y parece aportar una solución a
muchas enfermedades, pero a medida que avanza la investigación, parecen aumentar las
discrepancias con respecto al tema. Hace algunos años, científicos coreanos publicaron
en la revista Science un trabajo en el que se clonaban embriones procedentes de óvulos
de mujeres El tema ha suscitado multitud de opiniones contrarias al desarrollo de este 10
tipo de investigaciones. Muchas de estas críticas ofendían directamente a los
investigadores de este campo y estaban basadas en muchos casos en creencias religiosas
y suposiciones subjetivas. La clonación de estos embriones tiene como finalidad la
obtención de células madre que serían destinadas al tratamiento de enfermedades
degenerativas y a la realización de trasplantes. Estas células no serían rechazadas por el
individuo, ya que tendrían su mismo genoma nuclear.
Cabe pues plantearse la siguiente pregunta: ¿debemos dejar que suposiciones y
creencias, que en muchos casos carecen de fundamentos basados en la razón, pongan
freno a la investigación en el campo de la medicina o hay fundamentos racionales que
nos hacen mirar con cierta desconfianza ese tipo de avances? La solución a este dilema
está demasiado difusa para dar una respuesta concreta. Lo que sí sabemos es que no
debemos basar nuestros criterios en meras suposiciones y sobre todo no debemos dejar
que ningún tipo de religión (algo que se basa en dogmas y creencias establecidas)
interfiera en este tipo de decisiones. No se considera ético que se experimente con
embriones humanos ya que sería atentar contra los principios básicos de la vida y, sin
embargo, el hecho de que una persona sufra una enfermedad degenerativa que le cause
la muerte pudiendo tener la solución al alcance de la mano, sí se considera ético.
Parece ser que el problema que aquí se presenta viene dado por el miedo a lo
desconocido: ¿Qué pasaría si se consiguiese clonar a un ser humano? Pues muchos
creen que el ser humano quedaría completamente desmitificado, ya que existirían dos
individuos iguales (aunque es discutible que dos clones adultos puedan ser
completamente iguales) y se acabaría totalmente con el fundamento básico de muchas
religiones, entre ellas la cristiana. Otros afirman que la clonación es un atentado directo
contra la libertad del individuo. Basándonos en esta segunda opción podemos decir que
efectivamente es un atentado contra la libertad individual el hecho de que, sin tu 11
consentimiento (o incluso con él), se cree otra persona con la misma carga genética que
la tuya y que es, en casi todos los aspectos, idéntico a ti.
Esgrimiendo este tipo de argumentos sí podemos decir que la clonación de seres
humanos debería considerarse ilícita. Pero ¿debemos evitar también la clonación de
embriones con fines terapéuticos? Pues claro que no. El problema es que se teme que
con este tipo de investigaciones se abra una puerta que luego no podamos cerrar y lo
que hoy es una inofensiva clonación de embriones se convierta mañana en un enfermizo
comercio de seres humanos clonados como ya nos han presentado multitud de películas
y novelas en los últimos años.
CONCLUSIÓN
Hemos visto que la ética y, por consiguiente, la bioética pueden ser consideradas
como los rasgos definitorios del ser humano. Hemos visto los dilemas a los que se ha
enfrentado la bioética y hemos podido comprobar que en muchos casos, ésta se ve
manipulada por intereses económicos o políticos. Como conclusión podemos
plantearnos si debemos tolerar esta agresión contra la ética y esta falta de criterio y de
firmeza en las decisiones que corresponden a temas tan importantes como son los
derechos humanos, el principio básico de la vida o los derechos del niño. Ante todo
debemos cuestionarnos las decisiones que toman todos estos “sabios” que esgrimen la
bioética con el fin de controlar los excesos del ser humano y que en muchos casos lo
hacen para satisfacer sus propios intereses.
MUY BIEN !!!
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