martes, 13 de noviembre de 2012

UTILIZAR RACIONALMENTE LA TECNOLOGÍA MEDICA


El desarrollo tecnológico ha propiciado un cambio asombroso en la medicina; su avance ha permitido conocer infinidad de procesos que explican el porqué de muchas enfermedades, de eventos que ocurren en el organismo humano y de las consecuencias de relacionarse con su entorno. Equipos de ultrasonido y las imágenes por resonancia magnética, hacen más fácil para los doctores realizar diagnósticos y salvar pacientes, sin tener que someterlos a exámenes estresantes y arriesgados. Yo pienso que el conocimiento y la tecnología en medicina no son ni buenos ni malos. Puede ser “mala” la forma en que se obtienen o inadecuadas las vías por medio de las cuales se ejercen. Debe existir un balance entre tecnología y ética.
El conocimiento avanza sin cesar y es probable que sea ilimitado; pocas veces los científicos detienen su trabajo para preguntarse si tiene o no sentido seguir investigando. La tecnología sorprende por la fascinación que produce y por su fuerza diagnóstica y terapéutica. Utilizarla parece obligado. En la medicina privada, quien no lo hace queda fuera del juego de la modernidad científica y marginado de los beneficios económicos que supone explotarla. Ese juego, muchas veces insano, genera otro problema inmenso. Aleja al médico del paciente y atenta contra el corazón de la medicina: la relación médico-paciente.
La tecnología no es ni buena ni mala. Es neutra. Su uso debe ser racional y correcto. La ética aplicada a ella y al enfermo es inmejorable antídoto contra el mal uso que se le da y conciencia para impedir que la tecnología le gane la carrera al humanismo. La presión que ejercen quienes producen tecnología ha devenido en nuevas patologías que buscan convertir al sano en enfermo, a los síntomas en enfermedad y a los poco enfermos en muy enfermos. Regresar a los orígenes de la profesión no implica alejarse de las fortunas de la medicina. Implica tratar y ocuparse de la persona y no de la enfermedad.



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